El abuelo del boom
Por Dante Rafael Galdona
Twitter: @DanteGaldona
Además de ser el nombre del premio literario más importante de Latinoamérica, es el caminante que marcó el camino de todos los grandes escritores latinoamericanos de segunda mitad del siglo 20. No sólo fue un precursor literario, también adelantó el modo de pensar que dio origen a nuestra literatura regional.
Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Juan Rulfo. Todos ellos y algunos más son parte de un olimpo literario, tierra de dioses reservada para aquellos que reinventaron las letras y provocaron que el mundo posara sus ojos en la siempre relegada tierra latinoamericana.
Todos ellos tuvieron un precursor: Miguel Angel Asturias, el adelantado, el que caminó primero los caminos que ellos consumaron, el que dejó rastros para que nadie se pierda, el que marcó la senda con su pluma indigenista, sus huellas imborrables de genial tinta sudaca.
Coinciden los que saben en que sin Miguel Angel Asturias todos ellos no hubieran dado al mundo el realismo mágico. Y así, tan simple en sentencia pero sideral en su alcance, es el legado histórico de Miguel Angel Asturias.
La literatura latinoamericana tiene en Miguel Angel Asturias a su renovador, el cancerbero que abrió las puertas a todos ellos para que pudieran bailar en esa fiesta inolvidable que se llamó boom latinoamericano.
Su rol político
Nació en Ciudad de Guatemala en 1899 y fue hijo de una familia distinguida y de buena posición económica. No obstante, sus padres le inculcaron valores sociales y progresistas.
Su padre, abogado y juez, perdió su cargo cuando dejó libres a unos estudiantes encarcelados tras una huelga, lo que le valió su enemistad directa con el mismísimo presidente de facto del país, Estrada Cabrera.
El mismo Miguel Angel combatió políticamente a los dictadores de Guatemala, como estudiante, como periodista, como político, como hombre de a pie.
Estudió medicina pero abandonó la carrera luego de un año para inscribirse en derecho, disciplina de la que se graduó como el mejor alumno.
También fue uno de los fundadores de la aclamada Universidad Popular, una casa de estudios que tenía como objetivos principales que las clases medias colaboraran con la formación intelectual de las clases bajas, una iniciativa de corte eminentemente progresista, como todo lo que Miguel Angel Asturias encaró en su vida.
Fue diputado y embajador del gobierno de Juan José Arévalo, Julio Méndez y Jacobo Arbenz, uno de los gobiernos latinoamericanos más transformadores y de los más resistidos por Estados Unidos, tanto que la CIA orquestó su derrocamiento.
Por su resistencia a los gobiernos dictatoriales como el de Jorge Ubico, Asturias debió vivir sucesivamente en exilios y reincorporaciones a su país, formando parte durante los períodos democráticos de los gobiernos progresistas, principalmente como embajador, y debiendo exiliarse durante las épocas en que los gobiernos no eran populares. Vivió en Argentina, México, Francia y España, donde murió en 1974.
En 1965 recibió el premio Lenin de la Paz, otorgado por la Unión Soviética, y el premio Nobel de Literatura en 1967.
El contagio
Cuando se habla de Asturias, se lo considera algo así como el padre o el abuelo del realismo mágico, intentando posicionarlo como el precursor de lo que fue esa escuela literaria. Hay quienes consideran a Rulfo y su “Pedro Páramo” como el punto inicial de la corriente.
También hay quienes dicen que el verdadero fundador del realismo mágico fue García Márquez, por haber escrito las obras que son la expresión más acabada del género, como “Cien años de soledad”. Poco importa quién tiene la razón. Ellos están, y tenemos esas maravillosas páginas.
Pero cuál es la razón por la que cada vez que se habla del realismo mágico, se cuele tímidamente el nombre del premio Nobel Miguel Angel Asturias. No se lo acaba de encasillar, tampoco se lo sentencia de ser el responsable o el creador del realismo mágico, sólo el abuelo, el padre, el precursor.
Para contestarnos esta pregunta debemos saber que su literatura tuvo dos principales fuentes de inspiración. El surrealismo y las culturas precolombinas. Ambas son el requisito básico y la combinación de fórmulas azarosas que forman una genialidad inesperada, incluso no buscada. Nadie cree que Asturias se haya propuesto crear un género literario, pero su literatura fue el origen de esa especie nueva llamada realismo mágico.
Asturias estudió meticulosamente las culturas precolombinas, principalmente a los mayas. De ellos se ocupó en su tesis doctoral para el título de abogado, libro publicado bajo el nombre “El problema social del indio”.
También logró, mientras estudió en la Universidad de París, traducir el libro sagrado de los mayas, el “Popol Vuh”.
Pero qué es lo que une a los mayas o la cultura aborigen en general con el realismo mágico. La cuestión es que Asturias, imbuido por completo por la cultura maya, comenzó a pensar como ellos, y el pensamiento aborigen es un pensamiento mágico.
Todos los elementos que en el realismo mágico aparecen contados a través de la ficción literaria, en la cultura maya son el común hacer y pensar. Ellos no hacían uso de la ficción para explicar fenómenos inexplicables, en ellos era natural que algo improbable o imposible sucediera, así como lo imposible se torna real por el efecto de no sorprender ni sobresaltar a sus protagonistas en el realismo mágico, en la cultura maya eso era cotidiano.
Los mayas no se sorprendieron al ver a los españoles durante las épocas de la conquista bajar de los barcos montados a caballo, aunque nunca hubieran visto hombres de esas características, ni caballos. Para ellos eran los dioses que sus predicciones anticiparon. Y abundan ejemplos.
Así, el pensamiento mágico aborigen, el de su vida cotidiana, da un salto a la literatura en “Hombres de maíz”, y luego de ello se propala gracias al boom latinoamericano. Aquí tenemos el contagio, esa maravillosa jugada del azar que nos regala una nueva realidad, que contagia a nuestra especie, atiborrada de razón y ciencia, de realismo mágico.
Su literatura, entonces, sincretiza este mundo maravilloso de los mayas con el surrealismo que bien conoció cuando estuvo en París.
“Hombres de maíz”, una novela que relata la relación de los indígenas con la tierra y el contrapuesto abuso de ella que hace el capitalismo, y “El señor presidente”, crítica despiadada y certera al dictador Estrada Cabrera, son las dos obras que sintetizan el pensamiento político y la conciencia social de Asturias, pero también dan cuenta del valor literario con el que abordaba sus obras. Asturias fue un hombre de sabio pensar y sabio escribir.